Hielo y Fuego

Antes de que ella pudiera hacer algo, la agarró y se la echó encima del hombro como si fuera un saco de patatas. Ella le golpeó la espalda, pero él no se inmutó, rodeó la piscina y fue hacia el garaje. En cuanto llegaron a las sombras, giró hacia la derecha, hacia la caseta de la piscina, abrió la puerta de una patada y volvió a cerrarla. La caseta llevaba años cerrada; Lianne prefería estar todo el rato al sol y a nadie le había gustado excepto a ella. Había un colchón en el suelo y se tumbaba allí a leer a escondidas en las raras ocasiones en que Lianne o Ralph se acordaban de que existía y empezaban a buscarla. Seguía igual, si acaso, un poco más polvorienta, pero el colchón seguía allí y amortiguó su caída.

—¡He tenido un accidente de coche! —exclamó ella con furia—. Podrías ser un poco delicado.

—En estos momentos no me siento nada delicado. Si sigo un minuto más cerca de ti, seguramente te estrangularía. Voy a comprobar si tu supuesto yakuza está muerto. Luego, tendré que encontrar una forma de sacarte de aquí. Has destrozado la verja y la entrada de servicio está bloqueada desde la casa. Tendría que desmontarla.

—Yo sé desbloquearla.

Jilly empezó a levantarse, pero él volvió a sentarla empujándola de los hombros.

—Tú te quedas aquí o tendré que atarte.

—Promesas, promesas y no dejas de tirarme y hacerme daño. Estoy débil.

—¡Ya! Estás tan débil como un luchador de sumo. Además, te aseguro que estoy conteniéndome, podría hacerte más daño.

—Si eso es lo que te excita… —Jilly lo agarró de la chaqueta.

Él soltó una obscenidad, se quitó la chaqueta y siguió.

—Cobarde —dijo ella en tono burlón.

Reno se quedó inmóvil. La caseta estaba polvorienta y en silencio. Las ventanas estaban tan sucias que ella casi no podía ver la casa. Él se dio la vuelta y la miró pensativamente un buen rato. Luego, fue hacia la puerta. Ella estuvo tentada de tirarle la chaqueta, de buscar algo para arrojárselo, pero se quedó en el colchón, derrotada. Él no abrió la puerta, sino que la cerró con pestillo y se dio la vuelta para mirarla.

—¿Qué quieres de mí, Ji–chan?

Le pareció más viejo y cansado. No era el punk burlón y listo que ella conocía. Pareció tan dolido como ella.

Jilly lo miró dispuesta a pedir su cabeza en una bandeja de plata, pero sólo pudo decir dos palabras.

—A ti.

Ella no supo qué esperó. ¿Se alejaría de ella? Él cruzó la caseta hasta el colchón y se puso en cuclillas al lado de ella.

—Alguien está intentando matarte, Ji–chan. No me he acostado con nadie desde hace tres semanas, desde que te marchaste, y me cuesta mucho renunciar a eso. Tienes que dejarme que me vaya e intente salvarte porque si no, no podré evitar tocarte.

—¿Por qué no te has acostado con nadie desde hace tres semanas?

—Porque tú no estabas y, desdichadamente, sólo tú me apeteces. Ahora, déjame que me vaya para encontrar una forma de mantenerte a salvo.

Ella le acarició la cara. Tenía la piel suave y caliente y el flequillo le tapaba los ojos. Ella se lo apartó.

—Eso de estar a salvo está sobre valorado —dijo ella.

Se inclinó y lo besó. Por un momento, él no se movió y mantuvo la boca firme. Hasta que algo se quebró dentro de él y la abrazó con la boca abierta, devorándola con una voracidad sorprendente y bienvenida. No le importó que le doliera el cuerpo del accidente, se fundió en su fuerza y ardor y quiso desaparecer dentro de él. Lo atrajo al colchón donde había soñado despierta con su amante perfecto. Arrastró a su príncipe de las tinieblas consigo............

Fragmento del libro de Anne Stuart "Hielo y Fuego" perteneciente a la saga Hielo.

Es una parte que me encanta de este libro; el cual me he leído tres veces ya!! y quería compartirla ^_^


1 comentarios:



L'Errant dijo...

jajajaj tenias que compartirla ehh xDD, a ver si en diciembre te consigo la saga enteraa